Los inicios de los mecanismos de elevación tienen su origen en la civilización del Egipto faraónico, quienes usaban mecanismos de rampas y cuerdas para mover bloques de piedra para la construcción de pirámides (1500 a.C).
También dejó su huella en la evolución de este invento la civilización helénica. Arquímedes de Siracusa ideó entre sus inventos más destacados dos que incidieron de forma directa en la evolución del ascensor: la polea compuesta y el tornillo de Arquímedes. Gracias a sus dos inventos, Arquímedes fue capaz de ser el primero en construir un elevador que funcionaba con cuerdas y poleas, y que fue incorporado en el Coliseo Romano en el año 80 de la era cristiana.
A partir de 1835, la evolución del ascensor se aceleró gracias a las máquinas de vapor: se empezaron a usar para levantar cargas de gran tonelaje en las fábricas inglesas. Los periódicos hablaban con demasiada frecuencia de elevadores que se desplomaban, lo cual no contribuía demasiado a su popularización
El siguiente paso, uno de los más importantes y decisivo de la historia del ascensor, fue el invento del estadounidense Elisha Graves Otis (1811 – 1861). En 1852 ideó un dispositivo de seguridad que dio lugar a ascensores seguros, porque evitaba la caída y frenaba el ascensor en caso de rotura del cable de sujeción. Gracias a ello, llegó la incorporación del ascensor a la vida moderna.
Aun así, su invento no fue demasiado conocido hasta la Exposición Universal de Nueva York celebrada en 1854.
En 1857, el primer ascensor el primer ascensor de pasajeros (de vapor con freno de seguridad) entro
en operación en un almacén de la ciudad de Nueva York.
En 1872 se inventó el elevador hidráulico de engranajes, los cuales retiraron de circulación a los de vapor. Los ascensores hidráulicos funcionaban gracias a la presión del agua que suministraban directamente las tuberías de la red de abastecimiento municipal, o mediante la fuerza de una bomba de agua instalada en un tanque de almacenamiento ubicado en lo alto del edificio.
Un elevador de esta clase empleaba típicamente un motor hidráulico consistente en un pistón dentro de un cilindro. La cabina del ascensor se suspendía de cables. El motor hidráulico del ascensor se controlaba tirando de las cuerdas que pasaban a través de la cabina de pasajeros.
Una segunda variación del ascensor hidráulico consistía en una plataforma ubicada directamente sobre un pistón rígido. Esta variedad era más utilizada como montacargas. El problema de estos últimos era que el eje tenía que enterrarse en la tierra a una profundidad igual a la de la altura que debía alcanzar en su subida.
En 1887 se incorpora el motor eléctrico en un ascensor cuando el inventor alemán Werner von Siemens coloca un motor eléctrico en la parte inferior de una cabina de ascensor
A partir de allí la tecnología de motores y control de ascensores se desarrolla rápidamente.
En 1889 hace su aparición el ascensor con motor eléctrico y reductor, haciendo posible el desarrollo de edificios más altos al poder transportar pasajeros a más altura.
En 1903 el diseño evoluciona hacia el ascensor sin reductor y motor de corriente continua acompañando la construcción de edificios de más de 100 pisos de altura. Los controles de los ascensores comienzan a hacerse más complejos permitiendo hacer los viajes más confortables al agregar velocidades intermedias de nivelación y la interconexión de varios ascensores en grupo.
La seguridad aplicada al ascensor continúa evolucionando para hacer más confiables los viajes en ascensor.